Oh, no, son elfos, lo que nosotros entendemos ahora por elfo, como esa criatura humanoide con orejas puntiagudas y de una altura razonablemente parecida a la humana, es producto de Tolkien que recuperó la imagen que se tenía anteriormente de estas criaturas. Que de hecho, lo de las orejas puntiagudas es más moderno incluso que Tolkien, pero bueno, porque en estas versiones anteriores no se mencionaba las orejas puntiagudas.
Pero sí, los elfos fueron reduciendo su tamaño en la mitología, hasta asimilarse a otro tipo de criaturas como duendes, por ejemplo. Palabra duende, por cierto, que pasa a englobar todo tipo de criaturas. Desde los elfos ahora pequeñitos, el duende alemán que se te sentaba en el pecho mientras dormías y te producía pesadillas, hasta el Trasgo o Trasgu ibérico, que se dedicaba a hacer todo tipo de cosas por las noches, pero que si le dabas granos de trigo para contar, se iva porque no podía sostenerlos al caérsele todos por el agujero de su mano.
Y lo de las hadas ayudando... bueno, suele ser más en cuentos infantiles, sí. En otros son eso, seres diferentes, mágicos, que conceden deseos o dan regalos bajo ciertas condiciones, o más bien ciertos tabúes que siempre van a cumplirse.
Como la leyenda de un caballero que quiere casarse con un hada, y esta acepta pero con la condición de que lo abandonará cuando el caballero le grite tres veces. Por supuesto, la historia acaba con que dicho caballero le grita tres veces a lo largo de la vida, y el hada se pira.
Suelen seguir este patrón, la verdad, para la mayoría de las cosas. Eso si ya no nos vamos a cosas como los niños cambiados, los viajeros raptados al unirse a una comitiva de hadas, la persona que se une a un baile feérico y muere porque pasa bailando muchísimo tiempo, etc.
Las leyendas de estos seres son muy fascinantes y agradables de leer, la verdad.