El perro de Sarita.
Antes que nada: trataré de resumir el chiste, ya que es algo largo, pero trataré de poner lo importante.
Llegó una judía al aeropuerto, pero no era cualquier tipa.
Era una mujer de dinero.
Cómo será de dinero, que con una llamada soluciona el problema.
Total que entró a ver al gerente.
—Buenas tardes señor Gerente, vine por un favor...
—¡Buenas tardes Sarita! Dígame en qué le puedo servir, sabe que cuenta conmigo para lo que se le ofrezca...
—Fígese que quiero ir a New York, y quiero llevar a mi perro. ¿Tendrá listo mi avión privado?
—Claro que sí: en 15 minutos está listo para su viage.
—¿No habrá inconveniente que traiga a mi perro?
—Claro que no, Sarita. Usted manda y todo está listo... Es más: ya estoy llamando a los pilotos y al personal adecuado.
—Gracias, cuando regrece le pago por sus atenciones.
Sin hacer el cuento largo: prepararon el mejor avión, los pilotos más experimentados y un buen personal.
Durante el vuelo: el copiloto quiso echar un vistazo a la jaula donde estaba el perro, y comenzó a ponerse pálido.
No era cualquier palidez: era una palidez que casi lo lleva al colapso y a discreción va con el piloto:
—¡Estamos metidos en un pedo enorme!
—¡No te entiendo nada! ¿¡Qué rayos te está pasando?!
—Es que quería ver como estaba la mascota de la señora... ¡tengo miedo nomás de recordarlo!
—¡Dime qué carajos te pasa!
—¡No mames cabrón! El perro está muerto...
—¡no digas pendejadas!
—Si fuera broma no estaría como estoy ahora, pendejo!
—Mira lo que vamos a hacer!: cuando aterricemos, te bajas a discreción por la puerta contraria, y busca otro perro exactamente igual. Le cuentas los pelos que tenga cada uno, lo limpias bien, y le compramos la comida. La idea, que esté idéntico al perro muerto, y a este lo tiramos al basurero.
El avión justo toca tierra firme, y el copiloto como alma que lleva el diablo sale con la jaula y el perro muerto para reemplazarlo, y de puro milagro encuentra otro perro igualito.
Lo revisa de cabeza a cola, ojos, estatura y todo.
Y cuando digo todo: ¡es todo!.
Total que se lo compra al veterinario, tira el cadáber del otro y regresa al avión, mientras el piloto principal entretiene a Sarita quien preguntaba dónde estaba su perro...
—¿Dónde está mi perro?
—Tranquila Sarita, ya estamos con una brigada para encontrarlo...
—¿Dónde está mi perro?
Mientras el piloto distrae a la señora, el copiloto busca la forma de reaparecer sin que Sara se diera cuenta. Luego de unos minutos:
—Señora Sarita: aquí está su perrito. Lo que pasa: que le fui a dar de comer, lo ví hambriento.
Doña sara ve al perro enjaulado:
—¡Este no es mi pinche perro!
—¿Cómo que no es su perro?
—Yo conozco bien a mi perro, y sé que no es mi perro!
—Claro que es su perro.
—No es mi perro. Mi perro estaba muerto, y lo trage a New York para enterrarlo.